Uno busca resistir agarrando la pierna del compañero mutilado. Total, soldado sirve para otras guerras y otros blah. Otros directamente entregan solitos los miembros. Incluso hay uno que te dice “vení”, con toda la carne escondida debajo del pantalón. Carne del compañero mutilado. Igual después nos amigamos un ratito con el bando contrario y hacemos estofado de compañeros. Liberamos tensiones con unos amistosos. Al final, ni eran tan malos. Pero vio, uno desconfía por ahí del que no se da maña para saltar. Lo justifica: “Y… ¿viste cómo se lo dejamos?”. Y así pasan dos o tres partidos más, dos o tres guerras más, dos o tres golpes y nada cambia. Ni el odio. Ni el mando. Ni las justificaciones. Ni el dolor. Nada. Bueno, sí. La industria gastronómica se expandió. Abrieron una cátedra: “Cocina de compañeros”.