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Miedo

Pero a nadie le interesa si yo tengo miedo, porque esos sentimientos no son dignos de una persona de mi edad. Nadie tiene por qué enterarse que mi mente juega con figuras desmembradas que no quiero crear, pero sin embargo están ahí, espantándome silenciosamente. Quizá es todo ilusiorio, pero hasta lo intangible aterra más que lo concreto. Y no puedo describir en su totalidad a estos monstruos que asechan mi vigilia, porque implicaría enfrentar una parte de mí que me causa mucho horror.

Comprendo que podés tener mil y una justificaciones refutables (es decir, excusas), pero entendeme que cuando digo que no quiero estar sola, implica que no quiero dormir sola y, más importante aún, no quiero encontrar esos monstruos que deberían haber sido desterrados en el límite de la infancia. Comprendé mi angustia al vislumbrar que, nuevamente, tendré que estar sola con seres que sólo pueden haber salido de la peor de las pesadillas.

Lo más lamentable es que me esperan todo el día para aparecer cuando ya es de noche, cuando ya nadie más está. Es ahí cuando asoman a la superficie y comienzan a aterrar mis fantasías.

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