Desde chiquita me contaron de ellos, en mi ingenuidad lo creí al instante. Todo lo mágico parece verosímil cuando uno se cría con hadas con vestidos y maestros de hechizos, dulces e ideales criaturas como princesas y respetables caballeros dispuestos a entregar su ser íntegro. Dos ínfimos minutos de asombro para dejarle prioridad a un nuevo descubrimiento. Sin embargo tengo la certeza de que, en lugar de volarse con el siguiente suspiro, intuyó que debía quedarse conmigo. Me gusta pensar que se perfumó, se planchó, se dobló y se guardó en un rinconcito.
Vislumbré un arco iris y sólo era tu piel al sol.
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