Fui. Volví. Abrí la heladera. No había nadie. Pasé y sentí de nuevo. Sabía que alguien había defecado en la casa, se sentía muy obvio un poco por acá, pero por allá ya no se distinguía. Leche. No, estaba bien. Huevos, no. Acelga, no. ¿Restos de pizza o ratón muerto? Tenía pinta de ratón muerto. O el perro. El perro defecó por ahí. Se sentía. Debía ser mi imaginación, así que a dormir. Pero una vuelta y otra despertaron al monstruo del estómago. A veces lo confundo con hambre. La leche no estaba fea, así que... Cortado con bodoque de cubanitos. El dolor de estómago. No me importó que fuera incomible, sólo quería calmar al monstruo. Baño. Lavado interno. Lavado externo. Espejo. "No te preocupes, no te voy a cargar con tanta responsabilidad. Seguí tu vida como venía. Sé bueno". Pálida como teta de monja. Labios carmín. Rubo...