Íbamos ambos vestidos de un luto anticipante Su pose era cavernaria, su mirada expectante. Para variar, su tono familiar, jocoso, desopilante. De esperar, grandioso actante ha de ejecutar un engaño brillante. A cada segundo era más y más humillante. Podría haber sido lunes o martes (sólo lo recuerdo por partes), pues delimitó claramente su estandarte: "No me hagas callarte. Que, de vuelta, tengo que llevarte." Situaciones como ésta no tienen nada de arte. Dos movimientos, ya estaba alertada, Un segundo y estaba sentada. Otro segundo, acostada. La sentí pronto, totalmente turbada y mi consciencia desesperada: con sangre marrón marcada. De tan aterrada, mi ideología tenía paralizada. Las piernas enredadas de manera que no se quejara de nada. "Si permanezco obediente y recostada, pronto la cuestión estará acabada." Una vez toda desarmada, me hizo de todo menos sentirme deseada. El arrebato tiene una forma desalmada de aceptarse a sí cu...